Vivir cien años es posible, especialmente para los habitantes de Vilcabamba. Este pueblito, ubicado a 41 km al sudeste de Loja y a 1500 m.s.n.m., ostenta varios mitos que le dan una mística especial: entre ellos, que sus habitantes son los más longevos del mundo y que algunos han superado los 120 años de vida. A pesar de que muchos niegan lo que los folletos turísticos afirman, es imposible no sentir curiosidad por la gente que envejece (o se rejuvenece) en este valle escondido. Durante la hora y media de viaje entre Loja y Vilcabamba no paré de mirar -discretamente- a la gente que se subía al colectivo en cada parada. Quería conocer a algún habitante de este lugar para corroborar la veracidad (o no) de estas historias. A mitad de viaje se me sentó al lado una señora bastante mayor que me espiaba con ganas de charlar. Me sonrió y me preguntó si iba a Vilcabamba, le dije que sí y le pregunté, ilusionada, si ella era de ahí. Me dijo que no, murmuró el nombre de su pueblo, sonrió otra vez y al ratito se bajó. Después no tuve suerte: todas las personas que se me sentaron al lado no tenían más de diez años. Apenas llegué a la terminal me reí maravillada al leer el nombre de la calle principal: Avenida Eterna Juventud. Caminando hacia el hostal me crucé con un "Mini Market Longevo" y con otro puestito "Vida eterna". A cada paso el mito se iba alimentando y mi curiosidad crecía. Recorrí el pueblo en pocas horas. Vilcabamba está formado por un pequeño centro de seis cuadras de largo y seis de ancho: ahí hay un parque central y una iglesia, y varios restaurantes y posadas. El resto son largos caminos de tierra que suben por las montañas y llevan a las distintas casitas dispersadas por las laderas. No hay demasiado para hacer, y en eso radica la magia de este lugar. Todos los hostales, tanto los de 5 como los de 15 dólares, ofrecen también servicios de spa, masajes, limpieza facial. La comida es de muy buena calidad, casera, sana, y hay muchas opciones para vegetarianos. Se puede andar a caballo, recorrer el lugar en bicicleta, nadar en las piletas o ríos, o simplemente caminar y descansar. La temperatura durante el día es cálida (la media anual es de 20 grados), el sol sale temprano y hay luz hasta las 7. Es el lugar ideal para relajarse, y eso fue lo que hice. Caminando por el pueblo, sobre todo de mañana, me crucé con muchísimas personas mayores, más que nada hombres. Algunos estaban sentados en la puerta de sus casas, con un sombrero de paja, mirando hacia la nada; otros iban a caballo o cargaban bolsas con alimentos; otros caminaban dando pasos cortitos, ayudados por su bastón; las mujeres andaban por el centro, vendiendo frutas frescas y verduras. Todos, absolutamente todos, dejaban de hacer lo que estuvieran haciendo y saludaban a quien pasara con un sonriente ¡Buenos días! para luego seguir con sus tareas. Intenté adivinar sus edades: físicamente se los veía saludables, fuertes, llenos de energía, pero se notaba que eran mayores de 80 o incluso 90 años. Desde los años '60, muchos científicos se han dedicado a estudiar las razones de la supuesta inmortalidad de los habitantes de Vilcabamba. Los más escépticos se aferraron a la teoría de que la mayoría de los ancianos mentía acerca de su edad; otros, en cambio, buscaron explicaciones más lógicas para la eterna juventud de estos hombres. El clima templado, la inexistencia de cambios bruscos de temperatura, la pureza del agua de los ríos y del aire, la comida sana y libre de grasas, el estilo tranquilo de vida y el ejercicio físico que implica el trabajo diario son algunos de los factores que hacen que la esperanza de vida en este pueblo sea mucho mayor. Además, tras realizar varios estudios descubrieron un elemento importante: el agua del río contiene un mineral que previene la osteoporosis y el colesterol. Muchos ecuatorianos y extranjeros eligen irse a vivir a este pueblo que parece estar congelado en el tiempo. Lee, por ejemplo, es un estadounidense que, después de viajar varios años por Latinoamérica decidió instalarse en Vilcabamba. En este pueblito tiene todo lo que quiere: su mujer ecuatoriana, sus hijos y una paz que no se consigue en cualquier lado. Puso una biblioteca para comprar, vender e intercambiar libros usados con viajeros de todo el mundo. Al igual que Lee, muchos extranjeros se han asentado en este valle y han montado pequeños negocios: alquiler de caballos, de bicicletas, restaurantes, hostales. Sin embargo, todo parece armonizar con el paisaje, se siente que hay un respeto profundo por este lugar. En Vilcabamba el tiempo pasa despacio, mucho más despacio que en las grandes ciudades, donde el caos acelera la vida y envejece más rápido. En este valle las preocupaciones son otras, el contacto con la naturaleza es distinto, más armonioso, más puro. Tal vez esta gente no viva 120 años, pero no hay duda de que eligen un estilo de vida saludable que los ayuda a mantenerse mental y físicamente jóvenes. Para algunos es la vida ideal, para otros quizá sea aburrido. Lo cierto es que el mito de la longevidad siempre está presente. Una tarde, mientras estaba leyendo, se me acercó una nena de unos 8 años y me contó que al día siguiente era su cumpleaños; sonriendo le hice le pregunta obligada: ¿cuántos cumplís? Se quedó en silencio y mirándome con una cara misteriosa, seria y pícara a la vez, me respondió, sin decir más: MIL.
jueves, 4 de octubre de 2012
"El pueblo mas longevo"
Vivir cien años es posible, especialmente para los habitantes de Vilcabamba. Este pueblito, ubicado a 41 km al sudeste de Loja y a 1500 m.s.n.m., ostenta varios mitos que le dan una mística especial: entre ellos, que sus habitantes son los más longevos del mundo y que algunos han superado los 120 años de vida. A pesar de que muchos niegan lo que los folletos turísticos afirman, es imposible no sentir curiosidad por la gente que envejece (o se rejuvenece) en este valle escondido. Durante la hora y media de viaje entre Loja y Vilcabamba no paré de mirar -discretamente- a la gente que se subía al colectivo en cada parada. Quería conocer a algún habitante de este lugar para corroborar la veracidad (o no) de estas historias. A mitad de viaje se me sentó al lado una señora bastante mayor que me espiaba con ganas de charlar. Me sonrió y me preguntó si iba a Vilcabamba, le dije que sí y le pregunté, ilusionada, si ella era de ahí. Me dijo que no, murmuró el nombre de su pueblo, sonrió otra vez y al ratito se bajó. Después no tuve suerte: todas las personas que se me sentaron al lado no tenían más de diez años. Apenas llegué a la terminal me reí maravillada al leer el nombre de la calle principal: Avenida Eterna Juventud. Caminando hacia el hostal me crucé con un "Mini Market Longevo" y con otro puestito "Vida eterna". A cada paso el mito se iba alimentando y mi curiosidad crecía. Recorrí el pueblo en pocas horas. Vilcabamba está formado por un pequeño centro de seis cuadras de largo y seis de ancho: ahí hay un parque central y una iglesia, y varios restaurantes y posadas. El resto son largos caminos de tierra que suben por las montañas y llevan a las distintas casitas dispersadas por las laderas. No hay demasiado para hacer, y en eso radica la magia de este lugar. Todos los hostales, tanto los de 5 como los de 15 dólares, ofrecen también servicios de spa, masajes, limpieza facial. La comida es de muy buena calidad, casera, sana, y hay muchas opciones para vegetarianos. Se puede andar a caballo, recorrer el lugar en bicicleta, nadar en las piletas o ríos, o simplemente caminar y descansar. La temperatura durante el día es cálida (la media anual es de 20 grados), el sol sale temprano y hay luz hasta las 7. Es el lugar ideal para relajarse, y eso fue lo que hice. Caminando por el pueblo, sobre todo de mañana, me crucé con muchísimas personas mayores, más que nada hombres. Algunos estaban sentados en la puerta de sus casas, con un sombrero de paja, mirando hacia la nada; otros iban a caballo o cargaban bolsas con alimentos; otros caminaban dando pasos cortitos, ayudados por su bastón; las mujeres andaban por el centro, vendiendo frutas frescas y verduras. Todos, absolutamente todos, dejaban de hacer lo que estuvieran haciendo y saludaban a quien pasara con un sonriente ¡Buenos días! para luego seguir con sus tareas. Intenté adivinar sus edades: físicamente se los veía saludables, fuertes, llenos de energía, pero se notaba que eran mayores de 80 o incluso 90 años. Desde los años '60, muchos científicos se han dedicado a estudiar las razones de la supuesta inmortalidad de los habitantes de Vilcabamba. Los más escépticos se aferraron a la teoría de que la mayoría de los ancianos mentía acerca de su edad; otros, en cambio, buscaron explicaciones más lógicas para la eterna juventud de estos hombres. El clima templado, la inexistencia de cambios bruscos de temperatura, la pureza del agua de los ríos y del aire, la comida sana y libre de grasas, el estilo tranquilo de vida y el ejercicio físico que implica el trabajo diario son algunos de los factores que hacen que la esperanza de vida en este pueblo sea mucho mayor. Además, tras realizar varios estudios descubrieron un elemento importante: el agua del río contiene un mineral que previene la osteoporosis y el colesterol. Muchos ecuatorianos y extranjeros eligen irse a vivir a este pueblo que parece estar congelado en el tiempo. Lee, por ejemplo, es un estadounidense que, después de viajar varios años por Latinoamérica decidió instalarse en Vilcabamba. En este pueblito tiene todo lo que quiere: su mujer ecuatoriana, sus hijos y una paz que no se consigue en cualquier lado. Puso una biblioteca para comprar, vender e intercambiar libros usados con viajeros de todo el mundo. Al igual que Lee, muchos extranjeros se han asentado en este valle y han montado pequeños negocios: alquiler de caballos, de bicicletas, restaurantes, hostales. Sin embargo, todo parece armonizar con el paisaje, se siente que hay un respeto profundo por este lugar. En Vilcabamba el tiempo pasa despacio, mucho más despacio que en las grandes ciudades, donde el caos acelera la vida y envejece más rápido. En este valle las preocupaciones son otras, el contacto con la naturaleza es distinto, más armonioso, más puro. Tal vez esta gente no viva 120 años, pero no hay duda de que eligen un estilo de vida saludable que los ayuda a mantenerse mental y físicamente jóvenes. Para algunos es la vida ideal, para otros quizá sea aburrido. Lo cierto es que el mito de la longevidad siempre está presente. Una tarde, mientras estaba leyendo, se me acercó una nena de unos 8 años y me contó que al día siguiente era su cumpleaños; sonriendo le hice le pregunta obligada: ¿cuántos cumplís? Se quedó en silencio y mirándome con una cara misteriosa, seria y pícara a la vez, me respondió, sin decir más: MIL.
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