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viernes, 26 de octubre de 2012

"Vino poca carne y mucha verdura prolongan la vida"

 Un estudio demográfico de cohortes llevado a cabo en Grecia, y publicado en la edición electrónica del BMJ, ha desentrañado los componentes de la dieta mediterránea que parecen contribuir a la mayor longevidad atribuida a esta dieta [1]. Los efectos más notables sobre la reducción de la mortalidad procedieron de beber cantidades moderadas de alcohol, comer poca carne, comer abundantes verduras, comer frutas y frutos secos y utilizar aceite de oliva. Sin embargo, los componentes individuales de la dieta mediterránea tuvieron un efecto protector aditivo. Uno de los autores, el Dr. Dimitros Trichopulos (Escuela de Salud Pública de Harvard, Boston, Estados Unidos), comentó a heartwire que “la dieta en conjunto es más importante que los componentes individuales, con énfasis en un consumo moderado (pero no excesivo) de vino, especialmente durante las comidas, la preferencia por el aceite de oliva como el principal lípido añadido, el bajo consumo de carne y un alto consumo de verduras, frutas y legumbres”. Los investigadores examinaron los datos de personas sanas de Grecia que participaron en el estudio European Prospective Investigation into Cancer and Nutrition (EPIC). Aunque este estudio no examinó las causas de muerte, Trichopulos señaló que estudios previos en esta cohorte demostraron que la dieta mediterránea tiene el mayor efecto sobre la mortalidad de origen cardíaco. Una tostada para alargar la vida Para investigar la importancia relativa de cada uno de los componentes de la dieta mediterránea sobre la longevidad, los investigadores examinaron los datos del segmento griego del EPIC, de unos 23.000 hombres y mujeres sanos con edades comprendidas entre los 20 y los 86 años en el momento de su incorporación. Los investigadores calcularon una puntuación de dieta mediterránea mediante un cuestionario dietético contestado por los participantes al inicio del estudio. La puntuación de dieta estaba basada en nueve componentes de la dieta mediterránea: verduras, legumbres, frutas y frutos secos, productos lácteos, cereales, carne y productos cárnicos, pescado y mariscos, relación entre lípidos monoinsaturados y saturados y consumo de etanol. Al consumo elevado de una comida beneficiosa, al consumo bajo de una comida perjudicial (carne o productos lácteos) y al consumo moderado de alcohol se les asignó un valor de 1; al resto de niveles de consumo se les asignó un valor de 0, para una puntuación de 0 a 9. Los investigadores compararon la longevidad de las personas con puntuaciones por encima o por debajo de la mediana, donde la mediana estaba alrededor de cinco raciones de verduras y entre tres y cuatro raciones de fruta y frutos secos al día, según Trichopoulos. El consumo moderado de alcohol fue entre uno y cinco vasitos de vino (entre 10 g/día y 50 g/día) para los hombres y la mitad de esa cifra para las mujeres. Como es típico en la población griega, muchas personas tenían sobrepeso o eran obesas y muchos hombres eran fumadores. La mayoría eran moderadamente activos. Tras un seguimiento medio de 8,5 años, hubo más muertes entre los participantes con puntuaciones bajas de dieta mediterránea frente a los participantes con puntuación alta. La contribución de cada uno de los componentes de la dieta a la menor mortalidad fue: consumo moderado de alcohol (23,5% del efecto), bajo consumo de carne (16,6%), alto consumo de verduras (16,2%), alto consumo de frutas y frutos secos (11,2%), alta relación entre lípidos monoinsaturados y saturados (10,6%) y alto consumo de legumbres (10,6%). Comer muchos cereales y pocos productos lácteos contribuyó sólo al 5% del efecto, y el consumo de pescado se asoció a un aumento no significativo de la mortalidad. Trichopoulos no se sorprendió de que el estudio descubriera que el consumo moderado de alcohol (fundamentalmente vino bebido durante las comidas) fuera un contribuyente tan notable a la longevidad. El autor señaló que el vino consumido en la dieta griega es comparable al consumo de vino que forma parte de la “paradoja francesa”. Los investigadores reconocen que el largo seguimiento implica que las dietas pueden haber cambiado a lo largo del estudio. Además, los efectos de cada alimento podrían ser sinérgicos. No existe un único alimento milagroso Heartwire solicitó su comentario sobre este estudio a la Dra. Teresa T. Fung (Escuela de Salud Pública de Harvard, Boston, Estados Unidos), que no había participado en el mismo, y comentó que estaba sorprendida de que el consumo moderado de alcohol (del que se sabe que disminuye el riesgo de cardiopatía) tuviera una contribución tan importante a la reducción del riesgo de mortalidad. La especialista añadió que, de forma importante, este trabajo confirma que no existe un único componente de la dieta mediterránea que reduzca el riesgo de mortalidad. “Para promover la longevidad, las personas deben hacer varias cosas al mismo tiempo. No pueden centrarse únicamente en un solo alimento, como tomar únicamente arándanos o comprimidos de ácido fólico. Se trata de todo un estilo de vida, un enfoque dietético completo para la promoción de la salud”. Sin embargo, añadió Fung, el estudio no indica si cada uno de los componentes de la dieta mediterránea asociado a la reducción del riesgo de mortalidad también estaba asociado a una reducción del riesgo de las enfermedades que causan esa mortalidad.
Niarchos. 1. Trichopoulou A, Bamia C, Trichopoulos D. Anatomy of health effects of Mediterranean diet: Greek EPIC prospective cohort study. BMJ; 2009: 338:b2337. Abstract
Autora: Marlene Busko